2ª ETAPA 19-06-2011 Año XVIII Nº 985 Edita: Familia Salesiana de Piura
¡Vengan y verán!
¡En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!
Resucitado, presencia de Dios mismo en medio de nosotros. Ante un Dios así, nosotros hoy, al recordarlo, podemos contemplar este gran misterio y, siguiendo el ejemplo del salmo responsorial: DARLE GRACIAS Y CANTAR SUS ALABANZAS.
Santísima Trinidad
Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él
1ª Lec. Éxodo 34,4b-6.8-9
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él, proclamando: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad". Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: "Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya."
Salmo responsorial
R: A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, / bendito tu nombre santo y glorioso. R.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
R. Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, / sondeas los abismos. R.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.
2ª Lec. 2Corintios 13,11-13
Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.
3ª Lec. Juan 3,16-18
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
L : Gn. 12, 1-3; Mt. 7, 1-5
M: Gn. 13, 2-15, 18; Mt. 7, 6, 12-14
M: Gn. 15, 1-12; 17-18; Mt. 7, 15-20
J : Gn. 16, 1-12; 15-16; Mt. 7, 21-29
V: Natividad de San Juan Bautista
Is. 49, 1-6; Hch. 13, 22-26; Lc. 57, 66-80
S: Gn. 18, 1-15; Mt. 8, 5-17
D: El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Dt. 8, 2-3, 14b; 1Cor. 10, 16-17; Jn. 6, 51-58
La celebración del nacimiento del Bautista es, con el nacimiento de Jesús y María, la única festividad litúrgica que la Iglesia dedica al nacimiento de un santo. En la historia de la Redención, el Bautista es la personalidad más singular: es el último de los profetas y el primer apóstol, precediendo al Mesías y dando testimonio de él. Fustigador de la hipocresía y de las malas costumbres, pagó con el martirio el rigor moral que no sólo predicaba, sino que practicaba, sin ceder mínimamente ni siquiera ante las amenazas de muerte, por parte de Herodes.
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